Mientras los Networks seguían persiguiendo el mínimo común denominador, una oleada de nuevos programas en cable ampliaba la ambición artística de la televisión; y por segunda vez en mi vida me encontré en el lugar y el momento adecuados; Times Square en Nueva York. La primera había sido después de La movida Madrileña y con la integración plena en Europa y el establecimiento de la democracia, un pequeño grupo de diseñadores gráficos tuvimos la oportunidad de participar en el proceso de creación y transformación de la imagen de las instituciones públicas, las organizaciones privadas y las empresas. Pero fue con la irrupción del ordenador Macintosh cuando surgieron nuevas perspectivas y retos profesionales, transformando el panorama mediático en una especia de euforia digital sin fronteras.

Aterricé en Nueva York en Enero de 1996 con dos maletas azules; una con muestras de mi trabajo, pero sin papeles para trabajar y la otra con aceite de oliva, cafe y conjuntos de mi época como modelo amateur. Poco después de mi llegada a Nueva York, me uní a un ejército de creativos procedentes de todo el mundo que ya estaban transformando el panorama televisivo en lo que se conocería como “La edad de oro de la Televisión”.

While the Networks continued to pursue the lowest common denominator, a wave of new programs on cable broadened television's artistic ambition; and for the second time I found myself in the right place at the right time, NewYork´s Times Square. The first time had been after Franco's death, and with Spain’s full integration into Europe and the establishment of democracy, when a small group of graphic designers had the opportunity to participate in the process of creating and transforming the image of public institutions and private and companies. But it was with the irruption of the Macintosh computer, when new perspectives and professional challenges arose, transforming the media landscape into a kind of digital euphoria without borders.

I landed in New York in January 1996 with two blue suitcases; one with samples of my work, but no working papers, and the other with olive oil, coffee and outfits from my modeling days. Shortly after my arrival in New York, I joined an army of creatives from all over the world who were already transforming the television landscape in what would become known as "The Golden Age of Television".